¿De dónde salen los aceites utilizados en las parroquias?

Por Gregorio Congote

Provienen de la Misa Crismal que se celebra en las catedrales de las diferentes diócesis. Se llama Misa Crismal a la que celebra el obispo con todos los sacerdotes y diáconos de su diócesis. La Misa Crismal es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo, que ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey, y como signo de la unión estrecha de los presbíteros (sacerdotes) con él. El rito de esta misa, que debe ser siempre concelebrada, incluye la renovación de las promesas sacerdotales, tras la homilía. Tras la renovación de las promesas sacerdotales se llevan en procesión los óleos al altar donde el obispo los puede preparar, si no lo están ya. En último lugar se lleva el Santo Crisma, portado por un diácono o un presbítero. Tras ellos se acercan al altar los portadores del pan, el vino y el agua para la eucaristía. El obispo recibe los óleos. La misa prosigue como una misa concelebrada normal.  Además de consagrarse el Santo Crisma, se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Esta solemne liturgia se ha convertido en ocasión para reunir a todo el presbiterio alrededor de su obispo y hacer de la celebración una fiesta del sacerdocio.

La palabra crisma proviene de latín chrisma, que significa unción. Así se llama ahora al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra en esta misa, que en la archidiócesis de Omaha se realiza el Lunes Santo por la mañana, por razones de conveniencia pastoral, aunque su día propio es el Jueves Santo por la mañana, tal como el Misal dispone. El crisma se hace con óleo y aromas o materia olorosa. Su consagración es competencia exclusiva del obispo. Con esos óleos serán ungidos los nuevos bautizados y se signará a los que reciben el sacramento de la Confirmación. También son ungidos los obispos y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental. Así pues, el Santo Crisma, es decir el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, nos es dado junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra confirmación y en la ordenación de los sacerdotes y obispos. Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados se vigorizan, reciben la fuerza divina del Espíritu Santo, para que puedan renunciar al mal, antes de que renazcan de la fuente de la vida en el bautizo.

El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados. El aceite simboliza el vigor y la fuerza del Espíritu Santo. Con este óleo el Espíritu Santo vivifica y transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el de Jesús.

Es conveniente recordar que no es lo mismo el Santo Crisma (que se utiliza en el Bautismo y en la Confirmación y es consagrado) que el óleo de los catecúmenos y de los enfermos (que solo es bendecido y puede serlo por otros ministros en algunos casos).