Parábola del Sembrador

Por Padre Gregorio Congote

¿Cuántas palabras fueron pronunciadas a nosotros cuando éramos niños, cuando éramos jóvenes? ¿Cuántas semillas se tiraron en el suelo de nuestras mentes y corazones durante la primavera de nuestras vidas? Esas palabras llegaron de nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestros maestros y de muchas otras. Hemos oído palabras de saludo y bienvenida, palabras de aliento y afirmación, consejos y orientación, palabras de corrección y castigos, palabras de advertencia y precaución, palabras de consuelo y comodidad.  En el momento podemos no haber apreciado esas palabras, pero necesitábamos escucharlas. Sólo Dios sabe cuántas de estas palabras echó raíces en nuestras vidas. Pero una cosa está clara: nuestra vida sería enormemente más pobre sin la siembra de todas esas palabras.

La parábola del sembrador es sobre la receptividad variable del suelo. Qué tan receptivos somos.  Receptividad es la voluntad de permitirnos recibir de otro, influenciados por otros, tal vez, incluso transformados. La receptividad es muy natural y vino a nosotros cuando éramos niños. Por definición los discípulos son receptivos a quien están siguiendo. Para ser un discípulo de Jesús requiere receptividad, por lo que es importante que nos escudriñemos nosotros mismos para descubrir la medida a la que estamos abiertos.

La verdad no importa quien siembra la semilla. Dios trabaja a través de múltiples sembradores, unos muy reconocidos y otros posiblemente muy poco probables; podría ser un niño o un anciano; incluso podría ser alguien de afuera, alguien con quien no estamos familiarizados, alguien que no nos gusta. Dios se mueve a través de la vida indiscriminadamente y siembra la semilla. Necesitamos la palabra de Dios. La palabra de Dios nos guía en todo momento; en momentos de duda, de tranquilidad,  en tiempos de dificultad, en momentos de tristeza, en tiempos de pereza, advirtiendo en tiempos de peligro y brindando esperanza en tiempos de desesperación. La palabra de Dios es una palabra de amor.