Proceso de Purificación

Por Rev. Gregorio Jairo Congote

Los jefes religiosos judíos y los vendedores profanaban el templo haciendo centro de negocios, discriminaciones y barreras; cada grupo tenía su lugar en el templo y no debía mezclarse con los demás: los gentiles se quedaban fuera; los prosélitos, paganos convertidos al judaísmo, junto a la puerta; las mujeres en su atrio y los hombres en el suyo; sacerdotes y levitas entraban en el patio interior; un sacerdote entraba en el edificio todos los días para ofrecer incienso; solo una vez al año el sumo sacerdote entraba al interior, al Santo de los Santos, el Día de la Expiación o Yom Kippur. Aquel templo material debía ser reemplazado por Jesús en persona, en quien todos por igual tenemos acceso al Padre. Hay que quitar todas las barreras y discriminaciones que nos alejan unos de los otros y que acaban alejándonos de Dios. Además, los sacerdotes habían profanado el templo montando todo un negocio económico en favor del dios que más amaban, el dinero o Mammon.

Jesús empleó una violencia física simbólica para echar a los mercaderes del templo, aunque su verdadero poder estaba en su fuerza interior y en el látigo de su lengua. La violencia física queda fuera del espíritu cristiano, ya que el cristiano, en fin de cuentas, debe ser uno que no sabe matar pero que sabe morir.

La única fuerza o violencia válida es la del amor que busca el bien de los demás, según la condición de cada uno: al hipócrita hay que quitarle la máscara; al injusto hay que hacerle ver su injusticia; al escandaloso hay que echarle en cara el mal que hace; al despiadado hay que hacerle recapacitar… Jesús purificó el templo de Jerusalén y ello le presagió su muerte. Como Jesús, tenemos que trabajar para purificar los templos de los que formamos parte: Purificar el templo de nuestro cuerpo, por fuera físicamente y por dentro la conciencia; purificar el templo de la familia, la iglesia Domestica, con oración, amor, virtud, respeto, diálogo y perdón; purificar el templo de nuestra Iglesia y religión, por medio de la predicación del evangelio como Buena Nueva para los pobres, la fe y la moralidad, eliminando toda superstición porque no es religión y los deseos de ganancias económicas; purificar el templo de nuestra sociedad civil, con sus costumbres, espectáculos y valores; purificar la naturaleza misma, que también es templo de Dios, protegiéndola y preservándola. Los templos son profanados por intereses económicos, barreras y discriminaciones, malos tratos crímenes, injusticias, prejuicios, fraudes, abortos y explotaciones al servicio del poder y del dinero. El mundo no se purifica ni con detergentes ni con escobas, sino con el amor, respeto y perdón, a través de una conversión total a Jesús. Única fuente de salvación. Las leyes de Dios han sido reveladas para ayudarnos a ser santos, para encaminarnos a llegar más fácilmente a nuestro destino final que es Dios.