¿Misas de Sanación?

Por Padre Gregorio Congote

Las misas de sanación no existen, porque toda misa es de sanación. La expresión es una redundancia, como decir ‘blanco blancuzco.’ Jesucristo está vivo, presente y real en toda Eucaristía, en cada sagrario y es el que transforma la vida. Muchos pensamos que la sanación es la curación de una enfermedad física a través de una oración especial. Si pensamos que vamos a celebrar la misa para que alguien se levante de una silla de ruedas, se nos olvida que se puede ser feliz en una silla de ruedas.

Ahí está la clave de la sanación interior, en que Dios es el que sana, pero el corazón. Si me dicen: ‘padre, tengo cáncer, sáneme el cáncer, se nos olvida que puedo ser feliz en medio de esta enfermedad, incluso, puedo generar alegría en quienes no lo tienen porque con Dios uno acepta lo que tiene y no lo rechaza y puede ser un testimonio de vida, eso es sanidad en el corazón. Lo que Dios hace es sanar el corazón del ser humano y hacer que la persona sea feliz y pueda tener esperanza. Se sana es para enfrentar la vida, pero nadie sana a nadie, es Dios el que sana.

Una misa de sanación es una eucaristía en la que se enfatizan los carismas del Espíritu Santo para dar fortaleza física y espiritual a los fieles. En la Divina Misericordia de Schuyler celebramos una Eucaristía que enfatiza rogar a Dios por la salud de nuestros feligreses el último jueves de casa mes. Lo que conocemos como misa de sanación es una celebración eucarística normal, en la que se hace énfasis en los carismas y dones del Espíritu Santo, a fin de difundir fortaleza física y espiritual a la salud de los fieles. Toda optimación viene de Dios, pues Él es la última perfección a la que las cosas tienden según su naturaleza. Por tanto, toda salud, que es la conservación del estado óptimo y natural, viene de Dios. En latín, salvación se dice salus, palabra que dio origen a “salud”. Esto nos indica que la salvación es salud, o sea, la permanencia en un estado óptimo que es principiado y encontrado en Dios. Las misas de sanación intentan recuperar el estado óptimo perdido a través de la invocación carismática del Espíritu Santo.

Estas celebraciones pueden ser oficiadas por cualquier sacerdote, y a ellas acuden principalmente las personas que han perdido la salud del espíritu debido a la desesperanza, la pérdida de la fe o la falta de caridad. De modo semejante, acuden personas aquejadas por enfermedades corporales. Por desgracia, muchos fieles acuden a las misas de sanación como un último recurso y buscando una solución mágica a los problemas que sufren. Me atrevo a decir que Dios no soluciona mágicamente las enfermedades físicas y espirituales, sino que su Espíritu Santo  nos mueve e inspira a buscar una solución. Claro que Dios interviene en la existencia humana para su optimación, pero tomando la naturaleza propia y mejorándola. Por tanto, es recomendable acudir a las misas de sanación si se tiene un problema, pero no debemos buscar soluciones mágicas ni espontáneas. En Dios siempre podemos confiar, pero debemos saber que, no obstante los milagros existen, Dios cura las enfermedades haciendo óptima nuestra naturaleza. Una misa de sanación no es un rito mágico. En una misa, Dios se hace presente con su poder amoroso a través de los sacramentos. Mientras que la magia intenta reclamar para el hombre el poder que solo es propiedad de Dios.

Dejemos que Él nos cambie para bien, que nos sane y que nos haga felices, pues Él quiere que todos los hombres se salven, o sea, que tengan un cuerpo y espíritu óptimos. Sabemos que la oración de fe puede ganar gracias específicas en algún momento particular de la vida de una persona o grupo. Esto siempre es para gloria de Dios y para bien de los fieles y la salvación de sus almas.