…Perdón???

Por el Padre Gregorio Congote

El perdón hay que saber recibirlo, y hay que saber otorgarlo. No hace mucho decía el Papa Francisco: “Sin el perdón es imposible que subsista la pareja, imposible que subsista la familia”. Podemos decir que el perdón es una necesidad humana, puesto que todos en algún momento fallamos, puesto que todos en algún momento decepcionamos. ¿Qué se volverá la vida si perdemos la capacidad de perdonar? Puesto que otros me han decepcionado, si no tengo capacidad de perdón, mi reacción va a ser, tarde o temprano, vengarme de esas personas, o quizá simplemente apartarme de ellas; venganza, que se convierte en “agresión” y “violencia”; distancia, que se convierte en “abandono” y “soledad”. Esas cuatro palabras son una descripción del mundo en el que poco a poco vamos viviendo todos. Agresión, violencia, soledad, abandono; esas plagas de nuestro tiempo, ya vemos que tienen una causa profunda, y la causa es la incapacidad de dar y de recibir perdón.

Por eso, dice el Papa: “Necesitamos fundamentar la pareja, la familia y la sociedad, sobre la capacidad de perdonar”. Ahora, bien, la capacidad de perdonar, no es algo que esté como moneda corriente en muchos corazones, porque muy a menudo, cuando nos sentimos ofendidos, sentimos que se ha cometido una injusticia, y de verdad que eso es lo que suele suceder. Pues, bien, cuando se ha cometido una injusticia, lo que uno quiere es que se haga justicia, y por eso, el perdón resulta particularmente difícil, sobre todo cuando no se ve una manera clara de realizar esa justicia. Por ejemplo, cuando una persona me decepciona, cuando una persona me traiciona, pensemos en el caso de una pareja, y pensemos en una infidelidad, ¿Qué es hacer justicia, ahí?, es, ¿castigar a esa persona que se metió en la relación de la pareja?, y, ¿cómo la vamos a castigar? Algunos, obsesionados por el odio, llegan incluso a atacar a esas personas. No hace mucho escuchaba el caso dramático de un hombre, que enloquecido de celos, se fue a la casa de la que había sido su pareja, la cual ya vivía con otro hombre, y aquel hombre, enloquecido de rabia, agarra a golpes a esa mujer hasta despedazarle la quijada. ¿Eso es lo que queremos?, ¿eso es hacer justicia? No resulta tan sencillo: el camino que nos propone Cristo, es diferente; es empezar todos (óyelo bien: todos), por descubrir, apreciar, agradecer, para luego poder transmitir el perdón que Dios, y solamente Dios, puede darnos. Solamente Dios, puede darnos ese perdón, y cuando tenemos esa experiencia de perdón, entonces, descubrimos que el mismo manantial de gracia, la misma corriente de amor y de ternura que ha llegado a nosotros, puede llegar también a nuestros hermanos. Por eso, el lema no puede ser otro, sino solamente este: “Perdonados para perdonar”. Que Dios nos lo conceda; la supervivencia de la humanidad, ciertamente, depende de eso: “Perdonados para perdonar”.