El Espíritu y la Carne

Por el Padre Gregorio Congote

Hace unos días estuve escuchando a un predicador católico que se llama Marino Restrepo y algunas de sus ideas me ofrecieron bastante material para reflexionar. Nosotros muchas veces nos enloquecemos por el dinero, por los placeres de la carne, todos los tesoros intelectuales, todas las creaturas humanas, y por nuestros sueños, esa es nuestra locura. Nada que ver con el espíritu ni aquello que es permanente. Toda una temporalidad que se trata como si fuera eterna y peleamos por nuestros territorios humanos como si nunca fuéramos a dejarlos y fuera que viviéramos eternamente en ellos. Por eso hay tantas guerras, divorcios, y muchas cosas que nos dividen. Tratamos lo temporal como si fuera eterno. El Señor nos enseñó y lo vemos en la Pascua que su reino no es de este mundo, claramente se lo dijo a Pilatos. Si nosotros le pertenecemos a nuestro Señor, nuestro reino tampoco debe ser de este mundo. Es precisamente por esto que nosotros no debemos ser mundanos, es decir, no debemos dejar que el príncipe del mundo quien quiere reinar sobre las cosas creadas reine en nosotros. Es nuestro Creador el que debe reinar en nuestros corazones. Podemos entregar todo en la vida pero lo último que queremos entregar es la sangre. La sangre esta en nuestro territorio personal. Para haber pobreza debo entregar la sangre. En la sangre hierben nuestras pasiones, ideologías e ideas que tenemos de los demás. Morir a eso es el último paso, al entregar la sangre nos volvemos pequeños. Los demás son los que existen en prioridad para nosotros. Entre más sangre, más grande la persona, más espacio ocupa y es una persona que exige mucho, exige mucha atención y está dependiendo de la aprobación de los demás y de controlar a los demás. Lo ideal es vivir en el amor a Dios y seguir nuestro llamado a no reclamar territorio humano, no exigir nada para sí mismo, no esperar nada para sí mismo, así aparece la misión que es Jesús mismo salvando almas todo el tiempo. Para el maligno la peor pesadilla es encontrarse con una persona que practique la pobreza espiritual. Que Jesucristo Resucitado nos permita y ayude a practicar la pobreza espiritual.