Hay que estar preparados

Por el Padre Gregorio Congote

En esta época del año litúrgico se nos invita a la vigilancia. Todos hemos tenido la experiencia de tratar alguna vez de mantenernos en vela sin dormirnos y hemos tenido que luchar contra la modorra, estirarnos, pasearnos de un lado al otro o tomar un café para permanecer despiertos. El mantenerse alerta requiere esfuerzo. En un ejército, en tiempo de guerra, el soldado que se duerme durante su guardia puede jugarse su vida y arriesga las vidas de los compañeros. Esto resulta cierto en el campo humano y  mucho más en el campo espiritual.

Al final del siglo primero, muchos cristianos creían en una llegada inminente de la segunda venida de Jesús. Sentían la necesidad de vigilancia espiritual, activa y esforzada. La preparación para la venida de Jesús podía tener consecuencias para la eternidad. Esto que era cierto entonces, sigue siendo verdad para nosotros. Jesús va a venir a nuestro encuentro un día, de un modo tan real como lo hizo hace dos mil años. Jesús puede venir en cualquier momento. Predicadores protestantes, por muchos años, han estado predicando sobre la venida inminente de Jesús. Los católicos sabemos que para la mayoría de nosotros nuestro encuentro con Jesús va a tener lugar el día de nuestra muerte; este día está cada día más cercano.

Nuestro encuentro final con Jesús se le recuerda a cada cristiano desde el día del bautismo. En el rito del bautismo se nos entrega una vela encendida, símbolo de nuestra fe en Cristo y con una alusión a las vírgenes prudentes que esperaban, provistas de aceite para sus lámparas, la llegada del esposo para entrar con él al banquete de bodas. Los santos nos recordaban que el aceite que nos prepara para la venida de Jesús son nuestras obras de amor, especialmente en favor de los necesitados.

La invitación a la vigilancia para preparar la venida de cristo es buena para todo tiempo. Hay que vivir con los ojos bien abiertos. En nuestro mundo hay muchos ladrones que nos quieren robar la fe que hemos recibido de la Iglesia. La fe católica nos ha venido a través de los siglos desde los apóstoles. La Iglesia ve la venida de Jesús cada día que celebra la Eucaristía, donde Jesús ya viene ahora a nosotros para mantenernos preparados para participar un día en la Cena del Señor.

Todos necesitamos una vigilancia de cara al futuro, no con miedo a Dios o a nuestros pecados, sino con esperanza y laboriosidad, anclados en las promesas amorosas de Dios. El problema principal de las vírgenes del evangelio no fue el dormirse, ya que todas se durmieron por igual, sino que unas estaban preparadas para su misión, aunque no contaban con el retraso del novio. En esta parábola hay detalles imposibles, las vírgenes necias no podían ir de compras a medianoche cuando no había tiendas abiertas y es raro que todas se negaran a ayudar a sus compañeras. Pero el evangelio quiere subrayar que la preparación para encontrar a Cristo es algo personal e insustituible.

El Señor sigue viniendo a medianoche a llamar a los suyos, a través de enfermedades, accidentes, muertes repentinas, asesinatos, y otras situaciones. No hay que entretenerse en conjeturas inútiles acerca de la fecha del día final de la segunda venida de Jesús. Lo importante es estar preparado para que cuando el Señor venga a llamarnos a cada uno, podamos responderle a manos llenas, rebosantes de fe y amor en su bondad.