La Salvación Es Universal

POR PADRE JAIRO GREGORIO CONGOTE

Lo importante no es preguntar sobre si muchos o pocos se salvan sino más bien sobre lo que  hay que hacer para salvarse pues Jesús vino a salvar, no a condenar. Dios quiere que todo el mundo se salve. También nos ha dado el don de la libertad con el que podemos resistir a los planes o deseos de Dios. Los cristianos creemos en la bondad infinita de Dios y esperamos que su obra triunfará, por lo que con la gracia de Dios, esperamos que muchos se salvarán. La manera como Dios obrará la salvación de las personas que no han oído hablar de Jesús, y de las que vivieron en otros tiempos es un misterio que lo dejamos en manos del amor y de la providencia de Dios.
  Para salvarse no bastan conocimientos y teorías religiosas, ni el dar mucho dinero a las iglesias, ni el tener parientes santos o consagrados a Dios, ni el pertenecer a una cofradía o asociación religiosa, ni el hacer los nueve  Primeros Viernes, ni el llevar al cuello un escapulario, ni el ser amigo de gente buena como obispos, sacerdotes o religiosas. Tampoco basta tener buenas intenciones, sentimientos y deseos; tenemos que pasar a la acción, especialmente a la que es impulsada por la caridad y el amor. Para poder entrar por la puerta estrecha de la que habla Jesús, es necesario estar delgados, ligeros y desprendidos del orgullo, de la ambición, y del apego a las cosas materiales. “Muchos tratarán de entrar por la puerta ancha de la vida fácil, egoísta, irresponsable, apantalladora y no podrán”, como lo decía un antiguo misal. Conviene tener presente que la salvación no se limita a un grupo pequeño y selecto, racial o religioso, como lo fariseos decían y lo anuncian hoy algunos grupos cristianos que piensan ser ellos los que se salven. El  Libro del Apocalipsis habla de una multitud incontable de todos los pueblos y lenguas que será parte de la gloria celestial. Hay que recordar también que los méritos humanos no son la causa de la salvación; la fe, animada por las buenas obras, es la que nos acerca a Dios para siempre. No basta el rezar mucho ni el vivir de la Palabra de Jesús; hay que buscar en todo hacer la voluntad del Padre y vivir la Palabra de Jesús. Hoy, más que preguntar quiénes entrarán en el Reino de los Cielos hay preguntar quiénes son los que esfuerzan por entrar, ya aquí, ahora , en la tierra: los que procuran vivir como hijos e hijas o hermanas de los demás; los pobres y marginados que han puestos su confianza en Dios porque  nada esperan del mundo que los rodea; los que están de parte de los pobres interesándose por sus causas y ayudándoles en sus necesidades; los buenos samaritanos que ofrecen ayuda a los caídos a la vera del camino; los publicanos o pecadores públicos que hacen reparación de sus crímenes o pecados; los que abren sus brazos a todos, los que no excluye y cierran puertas, los que dan su vida a los demás, los que son prevenidos, los que no se apegan a sus rangos, títulos o posesiones; los que se sienten vacíos y necesitados de Jesús. La Iglesia Católica muchos hoy la consideran y la ven como una puerta estrecha a causa de sus enseñanzas morales y sociales, sobre el divorcio, el aborto, la eutanasia, la inmigración, y la frecuencia de los sacramentos. La puerta está abierta para todos sin exclusivismos, pero requiere desprendimiento y sacrificio expresados sobre todo en el servicio a los necesitados.
  La reunión perfecta de los Hijos de Dios dispersos por el mundo la ha hecho Jesús, quien al ser levantado en la cruz ha atraído a todos a él reuniéndolos en su Iglesia. En el plan de Dios todos  los pueblos van a ser purificados, porque Dios va hacer una nueva creación que santifique a todos sin distinción.